EL AMOR ES ENTREGA Y ELLA LO DIÓ TODO POR SU PUEBLO
Fragmentos del libro "La razón de mi vida", Eva Perón ( 1951)
Cuando elegí ser "Evita" sé que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta
fácil demostrar que efectivamente fue así. Nadie sino el pueblo me llama "Evita". Solamente aprendieron a llamarme
así los "descamisados". Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa,
profesionales, intelectuales, etc., que me visitan suelen llamarme "Señora"; y algunos incluso me dicen
públicamente "Excelentísima o Dignísima Señora" y aún, a veces, "Señora Presidenta". Ellos no ven en mí más que
a Eva Perón. Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como "Evita". Yo me les presenté así, por otra
parte, el día que salí al encuentro de los humildes de mi tierra diciéndoles "que prefería ser "Evita" a ser la esposa
del Presidente si ese "Evita" servía para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima. Y, cosa rara, si los hombres de
gobierno, los dirigentes, los políticos, los embajadores, los que me llaman "Señora" me llamasen "Evita" me
resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un "pibe", un obrero o una persona humilde del pueblo me
llamase "Señora". Pero creo que aún más raro e ineficaz habría de parecerles a ellos mismos. Ahora si me
preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un
pibe me nombra "Evita" me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando
un obrero me llama "Evita" me siento con gusto "compañera" de todos los hombres.
Fragmentos del libro "La razón de mi vida", Eva Perón ( 1951)
Cuando elegí ser "Evita" sé que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me resulta
fácil demostrar que efectivamente fue así. Nadie sino el pueblo me llama "Evita". Solamente aprendieron a llamarme
así los "descamisados". Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa,
profesionales, intelectuales, etc., que me visitan suelen llamarme "Señora"; y algunos incluso me dicen
públicamente "Excelentísima o Dignísima Señora" y aún, a veces, "Señora Presidenta". Ellos no ven en mí más que
a Eva Perón. Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como "Evita". Yo me les presenté así, por otra
parte, el día que salí al encuentro de los humildes de mi tierra diciéndoles "que prefería ser "Evita" a ser la esposa
del Presidente si ese "Evita" servía para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima. Y, cosa rara, si los hombres de
gobierno, los dirigentes, los políticos, los embajadores, los que me llaman "Señora" me llamasen "Evita" me
resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un "pibe", un obrero o una persona humilde del pueblo me
llamase "Señora". Pero creo que aún más raro e ineficaz habría de parecerles a ellos mismos. Ahora si me
preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un
pibe me nombra "Evita" me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando
un obrero me llama "Evita" me siento con gusto "compañera" de todos los hombres.
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